XIII BAFICI - Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires 2011: Jornadas 7 al 17 de abril
Lo más interesante en cuanto a géneros y retro, ampliado por la lupa de Darío Lavia (*)
El año pasado, "Bafici" programó 422 películas... número inabarcable y místico que se ve superado este año por el abanico de 430 películas (según Nación, porque Clarín afirma que son 426) que propone un paseo por las cinematografías, realizadores y estéticas ya habituales a lo largo de doce ediciones. A las secciones que solemos reseñar ("Nocturna" o bien, las retrospectivas de algún director clásico) se suman realizadores célebres con otros que es la primera vez que los escuchamos nombrar. Intentaremos ofrecerles un balance de lo que nos atraiga más la atención y... que la fuerza nos acompañe.
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1er. día ... 7 de abril
JE VOUS SALUE, MARIE (Yo Te Saludo, María-1985) de Jean-Luc Godard
Vemos JE VOUS SALUE, MARIE y consultamos a su realizador al respecto. "Hay muchas chicas aún que se llaman María, casi tantas como antes. Es un nombre antiguo, pero hay muchos nombres antiguos que ya no existen. Pero no éste. "María", extrañamente, no tiene fechas. Eso también es lo eterno. O más bien también existe lo eterno en lo femenino. Digamos que, a fuerza de tratar siempre con lo femenino, he querido, por una vez, hablar de lo eterno de lo femenino" (fuente: Le Nouvel Observateur). Godard vuelve a atacar con un tema que dio pie a una polémica que (creemos) habrá promovido la carrera comercial del film. María es empleada de una estación de servicio; José es un taxista; María y José son novios y - por convicciones - castos; María queda embarazada; José no puede creérselo y duda; el ginecólogo corrobora el embarazo; José se ve obligado a desposar a María; José discute y trata de comprender que no podrá tocar a su esposa. El incidente da pie a todo un ensayo fílmico (que ese es el tenor del cine de Godard, queremos creer) acerca de la inmensurabilidad del eventual Creador y su "Palabra", que es la hacedora del milagro (si mal no hemos interpretado). Como complemento de esta trama, un profesor universitario mantiene una relación adúltera con una de sus alumnas (Anne Gauthier). Hay citas de "La Ciudad de los Perros" de Clifford Simak; lecciones de cosmología y estadísticas acerca del Cubo Rubik; dos o tres tomas de cuerpos femeninos desnudos; el recurso godardiano de salpimentar compases de música clásica (Bach y Dvorak) entre los diálogos de los personajes (a veces, superponiéndolos); el intercalado permanente de un rótulo que dice "En Aquel Tiempo" (En Ce Temps Là)... a la larga prevalecen los pensamientos en off de María acerca de su sexualidad o bien sobre la voluntad del Señor sobre ella. Ver al niño "Jesús" decir "Yo soy el que es" podrá escandalizar a un católico acérrimo, o bien, a algún empleado de la distribuidora comercial del film camuflado de feligrés, pero quienes más disfrutarán y tendrán interés en decodificar el mensaje serán los seguidores acérrimos de la Nouvelle Vague y cualquier interesado en filosofía laica cinematográfica. Sin embargo, el film nada tiene para ofrecer a aquellos interesados en aproximarse a los María y José bíblicos, ya que los paralelismos entre las conductas de estos personajes y la de los descriptos en el Evangelio son superficiales.
María Esther Duckse y Graciela Borges, en la Terraza
LA TERRAZA (1963) de Leopoldo Torre Nilsson
Contemplar un film "moderno" de hace casi medio siglo como LA TERRAZA tiene la ventaja para el observador actual de poder trazar líneas de evolución o de estancamiento en los temas y tópicos planteados con respecto al presente. Al contemplar las conductas de estos jóvenes de clase media acomodada surge de inmediato la imagen del equivalente actual de esos mismos jóvenes cuya característica principal no es la clase social sino el ser jóvenes. La trama se nos introduce con la pequeña Belita (no confundir con la actriz americana de los años '40 y '50), que se encarga de hacer los menesteres del hogar y también de llevar bebidas y alimento a un grupo de jóvenes que deciden apropiarse de la terraza del edificio donde viven algunos de ellos para pasar una tarde de sol y piscina. Tras un incidente que sirve para presentarnos el tipo de aburrimiento que afrontan los muchachos (se infiltran en un parque donde un grupo de la colectividad judía baila y está por dar un gran almuerzo y les orinan la parrilla), se instalan en la mentada terraza y se dedican a holgazanear cual "playboys". Las chicas no se quedan atrás y Claudia (Graciela Borges) organiza el juego de la "canoa" en que cada participante arroja a sus compañeros al agua aduciendo un motivo banal o caprichoso. Estos jóvenes no tienen ningún empacho en prejuzgar a sus amigos. Por ejemplo, Claudia (Graciela Borges) habla sobre Alberto (Héctor Pellegrini) y dice:
"El mundo está lleno de Albertos con menos problemas y más divertidos"
La impasibilidad ante los problemas de la actualidad es su rasgo.
Claudia: "¿Leíste lo que dijo Alsogaray?" (ministro de economía de la época) "Lo único que nos salva son las divisas".
Alberto: "Pero con ese tren no pasás el invierno, nena".
Se trata de un coletazo del conflicto del tiempo libre que la revolución industrial dejó a generaciones enteras de seres humanos. ¿Por qué invertir el tiempo en algo productivo si no mejorará la situación que ya está asegurada por la estabilidad lograda por sus padres? Cuando los mayores intentan desmantelar el "happening", los jóvenes se rebelan y una de ellas (Marcela López Rey) amenaza con arrojarse al vacío si siguen molestando la diversión. El método funciona y los mayores se retiran con lo cual, idénticamente como pasa en el presente con innumerables protestas extorsivas, por la noche deciden hacer guardias de una hora en la cornisa de manera que el resto pueda seguir pasándola bien sin intromisión de los adultos. ¿Qué tan lejos están de provocar una tragedia? Adaptada de un cuento de Beatriz Guido, LA TERRAZA es una lúcida radiografía que Torre Nilsson saca, no de una clase social, sino de una época. Para ello toma como molde EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962) de Buñuel y, adaptándolo a un lugar sin techo, aprovecha al máximo sus exigüas instalaciones volcando el peso del relato en las actuaciones y los diálogos.
François Sagat de juerga necrofílica en la ciudad
L.A. ZOMBIE (2010) de Bruce LaBruce
El inicio lo dice todo. Un automovilista sube a su vehículo a un zombie hipermusculado completamente desnudo; choca contra un poste de luz y fallece. El zombie (que no sufre heridas), se tiende encima del accidentado y en vez de ver si puede ayudarlo o darle una mano en algo, comienza a violarlo a través de una horrenda herida en el pecho. Esta penetración provoca un shock en el muerto y vuelve a la vida, esta vez convertido en zombie gay, que comienza a ser sometido por su partenaire de la manera convencion-anal (condones incluídos). Este modus operandii se repite, con variantes conocidas del cine pornográfico, a lo largo de nuevas víctimas y más de una hora. Hay música de fondo, ausencia de diálogos y cualquier esbozo de trama: lo que se dice un plato ideal para el llamado público valijero. Hay dos versiones, una de 63 minutos (que se exhibe en el festival) y otra, "hardcore", de 100 minutos, que debe ser para el video hogareño (o para clubes nocturnos).
Julia Artamonov duerme el sueño centenario
LA BELLE ENDORMIE (2010) de Catherine Breillat
Tras una versión de BARBE BLEUE (Barba Azul-2009), la realizadora Catherine Breillat manipula dos relatos infantiles, "La Bella Durmiente" de Perrault y "La Reina de las Nieves" de Andersen, para convertir la fábula de hadas en una metáfora de significación femenina. Mientras la trama original se enfoca desde la vigilia de los personajes, Breillat invierte el grueso de su relato en narrar las desventuras oníricas de la protagonista. Es que, condenada a dormir por casi un siglo, ¿cuántas cosas pudo haber soñado en semejante tiempo la protagonista? La historia arranca con las hadas trocando la maldición mortal de una cachavachesca anciana (Rosine Favey): la joven princesita no morirá sino que caerá en profundo letargo a los 6 años y despertará 100 años después habiendo crecido solo 10. Puntualmente, a los 6, la simpática Anastasia (Carla Besnaïnou) se pincha y se zambulle en un sueño segmentado en diversas instancias, escenarios, épocas temporales y personajes. Tras escapar de su cautiverio, la niña es adoptada por una familia compuesta por una viuda y su hijo Peter (Kerian Mayan), a quien toma como ideal de varón - protector, gentil y sabio. Pero la Reina de las Nieves se lleva al chico y Anastasia, partiendo en su búsqueda, aborda un tren fantasma; es orientada por un guardaagujas liliputiense y una ama de llaves acondroplásica; se infiltra en el palacio de un matrimonio de niños albinos; es raptada por una panda de gitanos liderada por una atrevida niña; huye nuevamente, montada en un asno, a través de un paraje nevado hasta que, llega su momento de despertar, en virtud de la presencia de un descendiente de aquel Peter, el joven Johan (David Chausse), con quien la Anastasia juvenil (ahora convertida en Julia Artamonov) tendrá que resolver si se atreve o no a entrar en el mundo real, actual, presente. Con el topless inicial de las hadas bañándose en la fuente, queda claro que el film no está apuntado a los niños. Aunque las esbozadas insinuaciones lésbicas entre Anastasia y la Princesa de los Gitanos (Rhizlaine El Cohen) tampoco satisfagan a los adultos en busca de emociones carnales, la tónica del relato será mejor apreciada por el selectivo público del cine arte (justamente LA BELLE ENDORMIE fue una producción televisiva del Canal Arte francés). Dentro de un presupuesto limitado, la realizadora acierta en multiplicar escenarios, vestuarios y climas, dotando su puesta en escena de sofisticación clásica y aura fantástica. Una justa combinación de grotesco, morbo y sensualidad sirve para teñir la historia íntima -y al mismo tiempo universal- del ahogado grito de la niña que quiere asomar a la pubertad y que trata de aplicar su lógica infantil a las nuevas pulsiones que comienza a experimentar. La única música que se escucha está en los títulos de créditos (la Sonata en Do Menor de Giovanni Battista Pescetti), en escenas de bailes (en la corte, en el campamento gitano) o el joven Johan que toca una pieza al piano. Hay un manejo digno del concepto visual y los diálogos reflexivos y sustanciosos sirven como evocación de otra niña famosa que se aventuró más allá del límite de la realidad: la "Alicia" de Lewis Carroll. Sin embargo, como pasa con muchas obras, esta "Bella" exhuda belleza y virtud artística en sus partes pero no consigue armonizar la metáfora en un todo narrativo satisfactorio.
*: Medio de prensa exclusivo