HUMO®: SUPERANDO, APENAS, LA GENIALIDAD GENERAL
Pronto se cumplirá un nuevo aniversario de aquel jueves 1o. de junio de 1978, en el que, en los quioscos de Buenos Aires, se postuló a la consideración general el primer número de la revista Humo®. Sí, la revista que se primero se anunciaba como aquella que “supera, apenas, la mediocridad general”, y luego, sin con ello perder sarcasmo, cambió al eslogan que se parafrasea en el titulo de este articulo. Vaya este ejercicio de memoria como homenaje a una revista que, con sus altibajos y errores, siempre hizo un culto de la inteligencia, y a la que algunos extrañamos mucho. ¡Cómo no extrañar a quien (apenas) le debemos lo que somos!. [Publicado en abril de 2008 en Televicio Webzine y revisada en junio de 2023].
BUSCANDO UN LUGAR BAJO EL SOL
Los años ’70 en
la Argentina no eran el ni
mejor tiempo ni el mejor lugar para una revista de humor político. Apenas hubo
momentos en los que la censura aflojara su control: ni la dictadura de
la Revolución Argentina,
ni la versión filofascista del peronismo que sobrevino con el encumbramiento de José López Rega, ni mucho menos la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional, se
caracterizaron por el menor escrúpulo cuando se trató de silenciar a las voces
ya ni siquiera discordantes, sino apenas independientes. Entre 1974 y 1977
fueron clausurados proyectos como Satiricón, Mengano, Chaupinela o El Ratón de Occidente; a Oscar Blotta, quien estuvo detrás de la primera y la última de esas revistas, se le dijo claramente que se fuera del país si quería salvar su
vida. Tomás Sanz, que participara en casi todos esos proyectos, recuerda un
diálogo mantenido con autoridades militares, poco antes de la (¡segunda!)
desaparición de Satiricón,
en 1976: "’Acá hay que estar en contra de la guerrilla’, nos dijeron.
‘Nosotros siempre estuvimos en contra’, les respondimos. ‘Pero la única forma de estar en contra es
la nuestra’, insistieron ellos”. (Derecha: Satiricón, marzo de 1976).
Es así que comenzar una historia de la revista Humo® reseñando la brillante tradición de humor político argentino (El Desengañador Gauchi – Político, El Mosquito, Don Quijote, Caras y Caretas, Tia Vicenta, hoy Barcelona) puede llevar a confusión acerca de los primeros meses de la revista: hasta bien avanzada la dictadura no se daban las condiciones para que existiese una revista de ese tipo, y Humo® no comenzó como tal. Cuando, pasados los días más sangrientos del terrorismo de Estado, Andrés Cascioli decidió llamar a viejos compañeros de trabajo como Tomás Sanz, Alejandro Dolina, Alfredo Grondona White o los orientales Tabaré y Aquiles Fabregat, lo hizo pensando en editar una revista que tuviera una leve mirada crítica del mundillo del espectáculo o el deporte, pero no mucho más. Consecuentemente, la tapa del primer número del entonces mensuario, editado el día en que se inauguraba en el Estadio Monumental la Copa Mundial de 1978, presentaba al director técnico de la selección nacional de fútbol, César Luis Menotti. Eso sí: Cascioli lo dibujó con las características orejotas del todopoderoso Ministro de Economía de la dictadura, el nefasto José Alfredo Martínez de Hoz. Cuesta encontrar otra referencia a la situación política argentina, aún hiperbólica, pero era junio de 1978: ya era un triunfo haber sobrevivido.
Pese a ser declarado de exhibición limitada, ese ejemplar se vendió aceptablemente, y lo que es más importante, atrajo inmediatamente a un tipo de lector que estaba desesperado por encontrar un oasis en el desierto cultural de ese entonces. De ello daría testimonio el correo de lectores, sección que siempre tuvo mucho peso en la revista, y cuyo volumen y calidad animaría a los responsables de Humo® a probar los límites de la censura imperante: la tapa del séptimo número (diciembre de 1978) presentó a los Reyes de España visitando el país en compañía de… José López Rega. (Entonces se suponía que El Brujo estaba escondido en esa nación. Un sector del gobierno, furioso, propuso la inmediata clausura de la revista; otro se negó, interesado en mostrar una imagen de cierta apertura ante un mundo que había asistido horrorizado al testimonio de las atrocidades cometidas por una dictadura que se proclamaba “occidental y cristiana”. En definitiva, la venta de la revista fue demorada hasta que los Reyes se fueran, y Humo® logró sobrevivir al ’78.
En 1979 la revista se consolidó periodística y comercialmente: prueba de ello es que, en abril, pasó a ser de aparición quincenal. También siguieron los intentos por abrir una brecha en el muro de silencio de la dictadura: en el número 8 (enero) el personaje de tapa fue Martínez de Hoz, mostrado ahora sin tapujos; en el 24 (diciembre) fue el entonces presidente, el general Jorge Rafael Videla, quien aparecía como un bañista amenazado por las pirañas… de las importaciones. Volvieron a sucederse las discusiones en el gobierno, y volvió a primar el dejar hacer: la política económica era uno de los pocos campos en donde la polémica pública era tolerada, en parte porque estaba a cargo de meros civiles y en parte porque el liberalismo extremo de Martínez de Hoz era impopular incluso entre las filas de los uniformados. Por su parte, Cascioli y compañía también desarrollaron una táctica que se reveló exitosa: a un ejemplar con una tapa comprometida le sucederían algunos con tapas dedicadas a personajes de la farándula o el deporte, para descomprimir la situación.
Hacia 1980, la revista estaba consolidada y vendía un
promedio de 90 mil ejemplares por edición, lo que le permitía autofinanciarse.
(La publicidad fue siempre escasa, debido tanto a las presiones oficiales como
al carácter irreverente de la publicación: la única empresa importante que
entonces pautaba en la revista era, justo es decirlo, Coca-Cola). La empresa
editora, Ediciones de
la Urraca,
incluso había podido lanzar otros dos productos: SuperHumo®, orientado a la historieta, y Hurra,
dirigido al público del rock, entonces apenas un gueto; un poco después
vendría el experimento de Humi, una revista para chicos. Ya corrían rumores que
intentaban explicar una supervivencia que parecía un milagro, a los que Sanz
responde así: "yo creo que sobrevivimos porque en un comienzo se les escapó, y cuando se dieron cuenta ya éramos
demasiado conocidos afuera. Igual había todo tipo de rumores, como que nos bancaba
la Fuerza Aérea y cosas así. Es que nadie podía creer
que siguiésemos en la calle. Pero seguimos. Y nos convertimos en la única
revista en la que se podían leer ciertas cosas".
Así fue como, lentamente, se fueron acercando periodistas y temas a lo que empezó siendo apenas una revista de humor. Y la publicación fue creciendo, hasta que adquirió fuerza propia. De a poco se fueron incorporando los colaboradores que se asocian con la época de oro de la revista: Enrique Vázquez, el recordado Jorjón Sábato, Roberto Fontanarrosa (“Boogie El Aceitoso”), Aníbal Vinelli (“Cortes & Confesión”), Hugo Paredero (“Picadillo Circo”), la entrevistadora Mona Moncalvillo, Ceo, Walter Clos, Raúl Fortín, Maicas, Carlos Braccamonte, Izquierdo Brown, Osvaldo Ardizzone, Santiago Varela, Norberto Firpo, Sandra Russo. Una casi adolescente Gloria Guerrero se hizo cargo de virtualmente las únicas páginas que un medio masivo argentino dedicaba al rock; Trillo y Altuna firmaban Las Puertitas del Señor López; Tabaré y Fabre daban rienda suelta a los apetitos onanistas del recordado Cacique Paja Brava; vieron la luz célebres tránsfugas como los doctores Piccafeces (creación de Grondona White) y Cureta (Meiji y Ceo) junto a Vida Interior (Tabaré y Meiji). Los episodios del Romancero del Eustaquio y la particular sabiduría de Bolud – El – Kotur engalanaban las amarillas y cambalachescas páginas de Nada Se Pierde, casi una revista dentro de la revista.
Si
en 1980 ya eran perceptibles los primeros síntomas del derrumbe de la política
económica de Martínez de Hoz, con las escandalosas quiebras del BIR, el Banco de Los Andes y Sasetru, el abandono de la política del dólar barato en
el verano de 1981 marcó el comienzo del fin. En ese año cargado de tristeza se
dispararon el desempleo y el dólar (¿se acuerdan de Lorenzo Sigaut y “el que apuesta al dólar va a perder”?).
La CGT y los partidos políticos terminaron su
hibernación forzada; Viola sucedió a Videla, y a fin de año un golpe dentro del
golpe llevó a la presidencia a Leopoldo Fortunato Galtieri. Ese 1981 es el año en que Humo® se asumió como la voz de todos
aquellos que luchaban por el fin de la dictadura, y comenzó a publicar las
primeras notas realmente críticas: las de Enrique Vázquez y las de “Claudio Bazán” (seudónimo del respetado economista Roberto
Frenkel, por cierto, el padre
de Diego), además de reportajes a opositores destacados como Raúl Alfonsín, Ernesto Sábato o Ítalo Luder.
Las tapas eran a menudo virulentas; al
comenzar el crucial 1982, la revista era ya un fenómeno masivo, algo que
fue acelerado cuando, tras el desastre de
la Guerra
de las Malvinas, la dictadura entró en retirada, y Humo® se encontró siendo el único medio importante que nunca
había sido cómplice de un proceso desprestigiado hasta la ignominia (1).
SE VA A ACABAR, SE VA A ACABAR…
En esos meses finales de la dictadura,
la revista llegó a vender más de 300 mil ejemplares, una cifra insólita. Al arreciar a fines de 1982 los rumores de que se
preparaba una clausura, la decisión de los editores fue privar de excusas a los
censores: se evitó cualquier mínima alusión al sexo, con lo que, por ejemplo,
llegó a su fin la historieta El Cacique Paja Brava. No alcanzó: el 11 de enero de 1983, el
gobierno ordenó el secuestro de la edición 97, la de la célebre tapa de
la Justicia en patineta. La
respuesta de la sociedad civil y las asociaciones internacionales de prensa fue
tan fuerte que la clausura definitiva se hizo imposible.
Entre fines de 1982 y comienzos de 1983 se incorporaron más columnistas políticos, como Aída Bortnik, Pacho O’Donnell, Luis Gregorich y Santiago Kovadloff. En octubre de ese año se iban a celebrar las elecciones que permitirían la salida de la noche de la dictadura y, como la mayoría de los integrantes de la redacción se vio seducida por el discurso del candidato presidencial Raúl Alfonsín, fue inevitable que Humo® tomara, en esos meses, un sesgo pro-radical tan marcado que espantaba a algunos lectores y hasta a reconocidos peronistas que revistaban en el equipo de la editorial, como Dolina, José Pablo Feinmann o Juan Sasturain. La coronación de este alineamiento fue sumarse a la denuncia del llamado pacto sindical-militar entre los gremios peronistas y la cúpula del Ejército, una hipérbole de los contactos que siempre existen entre factores de poder anabolizada con fines electoralistas por un asesor de Alfonsín, Ricardo Yofre. Quien, vueltas de la vida, había sido nada menos que subsecretario general de la Presidencia de... Jorge Rafael Videla.
Y entonces ganó Alfonsín, y llegó por fin la democracia. Y paradójicamente, para Humo® comenzaron tiempos más difíciles: prueba de ello es que las ventas cayeron un tercio. ¿Qué pasó?
Recuerda Sanz: "una
cosa era cuando todos estábamos contra los militares, y otra fue cuando
llegó la democracia. Porque los peronistas
nos veían como gorilas, los radicales suponían que teníamos que acompañarlos en
su gestión y la gente de izquierda se dio cuenta de que nosotros muy de izquierda
no éramos. Y se nos fueron yendo
lectores". También era difícil competir con el sensacionalismo con
el que medios hasta anteayer hiperprocesistas, como Gente o
La Semana,
comenzaron a abordar temas como las fosas comunes con centenares de cadáveres
sin identificación, o los centros clandestinos de detención y tortura.
Complementa Fabre: “después
del ’83 sí salieron todos a hablar, pero hasta el ’83 si alguien quería leer algo o enterarse de algo que pasaba
en la dictadura tenía que comprar Humo®,
porque tampoco en los diarios iba a encontrar nada”.
El equipo de redacción también sufrió cambios: Bortnik, Gregorich y O’Donnell se fueron a puestos de gobierno, y Vázquez, a un ejercicio de desvergonzado oportunismo de Jorge Fontevecchia llamado Libre, del que volvería en octubre de 1984. Durante unos meses, el principal columnista político fue Osvaldo Soriano, tan insospechable de alfonsinismo como Horacio Verbitsky, Sergio Joselovsky, Jaime Emma o José Pablo Feinmann. Se sumaron Rudy & Daniel Paz, Carlos Abrevaya, Langer, Rep, Héctor Ruiz Núñez. Cristina Wargon y Sandra Russo escribieron algunas de las primeras notas feministas en un medio masivo, a menudo en la página siguiente a un chiste que, como tantos de una revista del siglo pasado, hoy no causaría gracia por sexista. A Fabre y Tabaré se les ocurrió una historieta llamada Manfloro que hoy no tendría fácil defenderse de la acusación de homofobia. Carlos Nine se hizo cargo de las tapas. A mitad de la década se fue Dolina, y Braccamonte convocó para la sección de espectáculos a tres jóvenes maravilla: Alan Pauls, Marcelo Figueras y Daniel Guebel. SuperHumo® se reconvirtió en SexHumo®, y aparecieron El Periodista y Fierro. Aún sin el simbolismo de otrora, la revista mantuvo un sello de calidad indiscutible. Resistió incluso los cada vez más frecuentes y profundos cimbronazos económicos que caracterizaron el final del gobierno de Alfonsín y el comienzo del de su sucesor Carlos Menem, e incluso me animo a decir que 1989 es otro de los Annus Mirabilis de la revista, con una sucesión de tapas inolvidables en medio del marasmo hiperinflacionario y un remoto antecedente de la revista Barcelona: el suplemento El Amarillo, inspiradísima parodia del periodismo sensacionalista. ¿O ya se olvidaron de, por ejemplo, la delirante nota y foto sobre saqueos en los comercios de la calle Warnes?
TRAIGAN AL GORILA MUSULMÁN…
Pero los años del menemismo fueron muy duros para Humo®. A los problemas económicos generales, sobre todo en la segunda mitad de la década, y a la ola de juicios con que el
gobierno quiso desgastar a la publicación se sumó la pérdida de sintonía fina
con el lector. En la era de CQC, los códigos del humor de la revista había
dejado de ser compartidos por las mayorías, y desde el punto de vista
periodístico, no pudo enfrentar la competencia indirecta de un medio
ideológicamente cercano pero diario en vez de quincenal, como fue Página/12. La redacción se fue despoblando, y arreciaron los
juicios laborales e impositivos, en los que el fisco adoptaba una posición
recalcitrante que dificultaba cualquier solución. Recuerda Tomás Sanz: "lo peor
fueron esos últimos años, porque nos dábamos cuenta de que no llegábamos a la
gente". A partir de 1995, la
decadencia fue continua: el final llegó el 18 de octubre de 1999, apenas a una
semana de las elecciones presidenciales que pondrían fin al menemismo.
Ese día apareció el último número, el 566: en la tapa están Eduardo Duhalde y
Carlos Ruckauf. En la contratapa, había una
publicidad de
la Alianza,
en la que aparecían Fernando de
la Rúa y Graciela Fernández Meijide.
No venían años felices para el país.
¿Hay lugar hoy para una nueva Humo®? Lo dudaba ya en 2008 y en 2023 está fuera de cuestión. Incluso sus posibles adaptaciones a los nuevas ecosistemas de Internet tal vez padezcan los problemas de falta de escala del mercado argentino: The Onion en Estados Unidos o El Mundo Today en España son excelentes portales de sátira política y social, pero Humo® solía ser mucho más. Hoy hay demasiados intereses espurios disfrazados de “periodismo independiente”; hay demasiado conformismo; hay demasiada superficialidad. La acidez, el espíritu crítico, la irreverencia de Humo® hacen tanta falta… A algunos parece no quedarnos otra que seguir extrañando.
NOTA
(1) [Agregado del 30/05/23] Cuenta Mara Burkart, en el muy recomendable trabajo Avatares de la crítica y de la sátira: HUM® y la Guerra de Malvinas: "HUM® evitó el frenetismo triunfalista y el nacionalista y trató de sostener una postura sensata mas no solemne. Esta postura le costó una merma en sus ventas. En efecto, durante la guerra estas cayeron y recién en julio pudo superar el nivel de principio de año. La curva de ventas de HUM® es más significativa cuando se la compara con la de otras revistas de interés general. Gente, la revista más vendida en aquel entonces, venía sufriendo una continua pérdida en sus ventas, sin embargo y contrario a HUM®, logró repuntar durante los meses de abril y mayo de 1982 al duplicar las ventas de marzo. Sin embargo, estas volvieron a caer con el fin de la guerra. Una tendencia similar aunque con cambios más sutiles tuvieron La Semana, Siete Días y Somos". Las negritas son mías, por favor interprétenlo bien (?).
VÍNCULOS
* “Con la revista ‘Humor’, la gente empezó a reírse de los militares”. Oscar Ranzani. Página/12, lunes 22 de setiembre de 2003.
* “La revista Humor como medio opositor a la dictadura militar”. Tesis de grado del Lic. Alejandro Lafourcade. Universidad del Salvador, 2004.
* “Nuestro trabajo fue pensar cómo gambetear a la censura”. Reportaje de Karina Micheletto a Andrés Cascioli. Página/12, miércoles 8 de junio de 2005.
* “Caras y caretas”. Andrés Cascioli. Suplemento Radar de Página/12, domingo 7 de mayo de 2006.
* “El humor es cosa seria”. Reportaje de Martín Pérez a Tomás Sanz. Suplemento Radar de Página/12, domingo 2 de julio de 2006.