DUST DEVIL (1993)
- DEMONIO DEL POLVO [Video] (Argentina)
- DEMONIO DEL CAMINO, EL [TV] (Argentina)
Dirigida por:
Richard Stanley
Protagonizada por:
Robert John Burke
Chelsea Field
Zakes Mokae
John Matshikiza
Rufus Swart
Estudios: British Screen (Prod.)
País: G.B.
Estreno: 16 de Abril de 1993
Duración: 103'
Género: Terror
Richard Stanley
Protagonizada por:
Robert John Burke
Chelsea Field
Zakes Mokae
John Matshikiza
Rufus Swart
Estudios: British Screen (Prod.)
País: G.B.
Estreno: 16 de Abril de 1993
Duración: 103'
Género: Terror
En primer lugar asistimos al terrible flagelo de un seductor autoestopista (Robert Burke) que aborda el vehículo conducido por una solitaria, se hace invitar a su hogar y, en medio del acto amoroso, la asesina quebrándole el cuello. Luego, como si fuera parte de un ritual, descuartiza el cadáver y le amputa los dedos de las manos, llevándoselos consigo. Un inspector de policía (Zakes Mokae) se obsesiona con este patrón de crímenes y, a sugerencia de una forense (Marianne Sägebrecht), acude a un “sangoma”, un hechicero que conoce la naturaleza de la amenaza. El autoestopista está poseído por un Nagloper, es decir, un “demonio del polvo”, un ser que absorbe la vida de personas que se odian a si mismas o tienen pulsiones suicidas. Entra en escena una pareja en crisis. La mujer (Chelsea Field), luego sufrir violencia física, abandona a su marido y se marcha rumbo al océano. Cruzando el desierto de Namibia, llega al pueblo de Bethany donde, en un bar, conoce al peligroso viajero. Cuando el arrepentido marido (Rufus Swart) se pone en marcha para encontrar a su mujer es que se inicia una espiral de persecución y muerte, con la esposa huyendo del demonio y estos, siendo buscados, respectivamente, por el marido y el policía.
La apuesta cinematográfica de este relato es superlativa y desafiante. Las tomas aéreas o los planos desde grúas que van o vienen contribuyen al protagonismo del agreste y accidentado desierto de Namibia que sirve de hostil marco narrativo. Pero el auténtico hallazgo del film es manifestar las psicologías de sus personajes a través de las pulsiones que gobiernan sus conductas. Algunas son meros apuntes: en una secuencia la mujer se queda dormida manejando y despierta con su auto semihundido en la banquina. Un operario de color lo desentierra y en vez de agradecerle, la mujer se marcha a toda velocidad. Poco después la mujer llega a un bar y, sin mayores gestos, ofrece un aventón al enigmático autoestopista. La ingratitud hacia aquel contrasta con la ansiosa simpatía hacia el otro. Salvo el demonio, que parece no tener pasado (al consultar su reloj de cadena, las manecillas se mueven como locas), el resto de los personajes –cada loco con su tema– manifiesta angustias, resentimientos y traumas. El policía con la pesada carga, desde hace quince años, por la muerte de su hijo y el abandono de su esposa; el marido, tratando de expiar su arrebato de violencia conyugal, se mete en un bar que es solo para gente de color donde recibe una brutal paliza (por parte de aquel operario); la esposa, insegura de su futuro, pasa de coquetear con el suicidio a coquetear con el demonio que, en cualquier momento, puede cobrarle la vida. Desde luego, se irán destruyendo unos a otros, como en un tango, cada uno siendo un ángel de la muerte para el otro. Una clave de esta interconexión punitiva la ofrece el demonio, en una de sus arrogantes alocuciones cuando está por dar muerte a la mujer: “tienes una chispa de luz dentro de ti; soy como una partera, todo lo que tengo que hacer es una pequeña incisión para que salga”. Pero claro, siendo el demonio un demonio, esa comparación es una falacia, porque mientras la partera ayuda a que alguien dé a luz una nueva vida, este personaje funesto se alimenta de las vidas de quienes “ayuda” a morir.
Mientras el relato inspira todas estas disquisiciones, el realizador se despacha con tomas magistrales y secuencias de tensión que aceleran las palpitaciones. De un cuerpo a cuerpo en un claustrofóbico cuarto de motel pasa, en cuestión de segundos, a una espectacular colisión triple con explosión en medio de la carretera nocturna; de una agobiante tormenta de arena en medio de la nada a un pueblo fantasma en que solo se escucha la campanilla de un teléfono sonando… y cuando el policía atiende, lógicamente, no le susurran nada bueno. Frecuentes relatos en off del hechicero, en un inglés de acento muy particular, acentúan el carácter horrorífico al que ambientación, banda sonora, escenarios naturales y vestuario aportan la cuota western.
Estrenada en su momento con 87 minutos de metraje, se la tachó de pretenciosa y demasiado oscura. Quince años después, el realización lanzó un director’s cut de su propio pecunio con 103 minutos (versión que hemos reseñado) y si bien tampoco revirtió las antiguas opiniones, permitió a los amantes del género apreciar el film tal y como fue concebido. [Cinefania.com]
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Reparto Ver créditos | |
Robert John Burke Robert John Burke (1960) | ... Autoestopista [acred. como Robert Burke] |
Chelsea Field Chelsea Field (1957) | ... Wendy Robinson |
Zakes Mokae Zakes Mokae (1934-2009) | ... Sgto. Ben Mukurob |
John MatshikizaJohn Matshikiza | ... Joe Niemand, un Sangoma |
Rufus SwartRufus Swart | ... Mark Robinson |
William HootkinsWilliam Hootkins | ... Capt. Cornelius Beyman |
Marianne SägebrechtMarianne Sägebrecht | ... Dra. Leidzinger |
Terry NortonTerry Norton | ... Saartjiie Haarhoff [acred. como Terri Norton] |
Russell CopleyRussell Copley | ... Cabo Dutoit |
Andre OdendaalAndre Odendaal | ... Cabo Bates |
Rubros Técnicos | |
Dirección: | Richard Stanley |