PALE RIDER (1985)

Títulos en español:
- JINETE PÁLIDO, EL (Argentina)
- JINETE PÁLIDO, EL (España)
- JINETE PÁLIDO, EL (México)

Dirigida por:
Clint Eastwood
Protagonizada por:
Clint Eastwood
Michael Moriarty
Carrie Snodgress
Christopher Penn
Richard Dysart
Estudios: Malpaso (Prod.) Warner (Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 28 de Junio de 1985
Estreno en Argentina: 18 de Julio de 1985
Duración: 115'
Género: Western

Reseña crítica:  Mientras fluyen los títulos de crédito una partida de jinetes quiebra el horizonte y cabalgan por monte, bosque y valle con tanta premura que hasta se escucha la agitación de los caballos. En Carbon Canyon un grupo de mineros rasquetea las piedras o tamiza las aguas de un arroyo en pos de una quimera o, mejor, de una pepita de oro. Los jinetes son esbirros de LaHood, dueño de todo el valle... salvo de ese recodo aún virgen. El suyo es un capitalismo rampante tal y como aquel del industrial Cameron Mitchell en el telefilm THE HANGED MAN (El ahorcado-1974). LaHood es un empresario que trae civilización e ingeniería al oeste, sacando sus abultados dividendos y regando, a la vez, a cientos de obreros y sus familias. La suya es una minería tecnológica capaz de desviar el cauce de un río y convertir su fuerza contenida en chorros que carcomen la grava y extraen todo el oro del valle entero. Toda una minería a cielo abierto, ni más ni menos.  
  Los jinetes dejan el campamento hecho un desastre, matan animales y atemorizan a los mineros. Uno de ellos, Barret (Michael Moriarty), se anima a acudir al pueblo en pos de provisiones y material. Cuando los esbirros de LaHood lo comienzan a apalear, interviene un forastero (Clint Eastwood) y les da una paliza padre, salvando al minero y obteniendo su incondicional lealtad. De regreso al campamento el forastero, que revela ser un predicador, logra automática ascendencia en la comunidad y, especialmente, con la mujer de Barret, Sarah (Carrie Snodgress) y la hija de ésta, Megan (Sydney Penny), en las que genera una devoción rayana en amor. Cuando LaHood (Richard Dysart) se entera que sus hombres no han podido arrojar a los mineros rebeldes, redobla la apuesta y tienta al predicador con dinero o la construcción de una iglesia para que pueda servir mejor al Señor. El protagonista responde con el laconismo que lo caracteriza: "no se puede servir a Dios y a Mammón al mismo tiempo". El villano se exaspera ante un individuo que no puede someter y amenaza con recurrir a un marshal y sus alguaciles. A su vez, Clint propone una salida negociada, sin muertos, ofreciéndole los claims de los mineros a mil dólares cada uno.  
  Por la noche, la comunidad debate en torno al fogón. Unos creen sensato aceptar los mil y marcharse lejos, a empezar de cero en otro lugar, sin matones ni amenazas. Un minero envalentonado, Spider (Doug McGrath), especula con quedarse y enfrentar a los pistoleros. Barret dice lo que piensa y, sin querer, convence a todos de quedarse: "Si es sólo por dinero, no somos distintos a LaHood". Lo que le anima son las raíces que echó en esa tierra, los muertos que enterró y la ilusión de progresar y mejorar la calidad de vida de su familia. De un día para el otro, Clint desaparece sin decir palabra. Marcha a una ciudad cercana, donde había empeñado sus armas de fuego. Los mineros creen que les ha abandonado (tampoco tenía ningún compromiso con ellos, pero así es la plebe de dependiente y voluble) y se preparan para resistir unos días y marcharse; son hombres de paz y apenas alguno que otro sabe disparar.  
  La escalada de violencia tomará los tres cuartos de hora final, con un intento de violación por parte del arrogante hijo de LaHood (un jovencísimo Christopher Penn) contra Megan, la llegada del marshal (John Russell), la virtual ejecución de Spider, la retaliación de Clint contra el ingenio minero de LaHood y el climático enfrentamiento final entre los villanos y el héroe.  
  A pesar que el argumento sigue el esquema prestablecido por el clásico perenne SHANE (Arg: El desconocido / Esp: Raíces profundas / Mex: Shane, el desconocido-1953), hay un sutil clima sobrenatural que se transmite con detalles nimios pero insoslayables, a través de recursos pura y genialmente cinematográficos (y la oscura fotografía de Bruce Surtees tendrá mucho que ver). La llegada de Clint al campamento es percibida por Sarah mientras Megan lee versículos del terrorífico Apocalipsis. Cuando llega al pasaje de "y el que lo montaba tenía por nombre Muerte", la cámara enfoca a Clint a través de una ventana (recurso que el cine clásico utiliza para enmarcar o resaltar cualquier personaje). En otra escena, un telegrafista atisba al jinete pálido al otro lado de las vías; al pasar el tren, cual cita leoneana, el jinete se ha esfumado. Sin embargo, la más inquietante, ocurre en la despedida de Sarah y Clint, la noche previa al tiroteo, cuando el viento sibilante pareciera susurrar "preacher... Preacher".  
  Como era de prever, el predicador se convierte en un ángel de la muerte. Cuando el marshal lo ve directo a los ojos, recién ahí y no antes, se percata de su identidad; se queda estupefacto balbuceando una y otra vez "you... you!" como si estuviera viendo un fantasma. Ni el diálogo ni el film dan mayores certezas, pero a juzgar por la reacción del único personaje que lo conocía, el predicador es alguien a quien daba por muerto y, o bien sigue con vida bajo un nuevo rostro o bien reencarnó para vengarse. Cualquier opción es válida, de acuerdo a la subjetividad del espectador, y ambas conducen el film del terreno convencional, con sus discordias en pos de la tierra y del capital, al ámbito sobrenatural, ambiguo y memorable del weird western. [Cinefania.com]
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